Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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El management frente a la reflexión colectiva en la intervención institucional.. C. Salazar


El “management” frente a la reflexión colectiva, en la intervención institucional contemporánea

Claudia M. Salazar Villava 

 

Enrique Pichon-Rivière incitó al trabajo con grupos. Su incitación tuvo motivos políticos y por lo tanto, se hallaba fundada en una ética en la que la justicia y la solidaridad ocuparon un lugar predominante. Los motivos de su incitación parecen dejarse en el olvido, ahora que todo puede nombrarse como técnica y que ello tiene implicaciones que hace cincuenta o sesenta años eran inimaginables.

Hay una tremenda diferencia entre una incitación originada por motivos políticos y la pretensión de desarrollar conocimientos como una finalidad en sí. Pero aún hay más diferencia entre la incitación a trabajar con grupos por motivos políticos y el trabajo con grupos por razones de calidad, eficacia, eficiencia y excelencia.

La intervención en procesos grupales o colectivos, cuyo fundamento viene de la preocupación por la justicia y la solidaridad, da de frente con las gerencias que nos quieren administradores de vínculos, de grupos y de nosotros mismos.

Como en todos los ámbitos de la experiencia humana, hemos visto en treinta o cuarenta años, que cierta economía ha pasado de ser un campo disciplinario, a constituir el fundamento de la nueva fe. Su paraíso, denominado “el éxito”, quiere otorgar sentido a la vida, en olvido del otro, y de lo común. En olvido de lo grupal, y mediante la instrumentalización del grupo. En olvido de lo institucional y por su transformación en empresa. En olvido de lo comunitario y por la configuración solipsista de un sujeto “vinculado” a una pantalla.
La llamada relación “costo-beneficio” pretende sustituir a la dimensión incalculable del don, de la reciprocidad, de la pasión, del reconocimiento del otro. La sistematización de información se pretende una modalidad de la memoria y un desplazamiento de la narrativa, que pese a todo constituye aún hoy, universos de significación generados por la potencia imaginativa de la fantasía.

La complejidad de la noción de proyecto, pensada desde Sartre y refrendada por Pichón, como capacidad prefigurativa que depende del pasado, y del deseo, y que hace que el presente sea posible, que da lugar a la acción constructora de mundos, hoy se transforma en metas expresadas como indicadores cuantitativos para la evaluación, como si el futuro pudiera preestablecerse, en lugar de soñarse y como si los sueños no fueran fuerza performativa eficaz.

Implícita en la multitud de modalidades de intervención promovidas y practicadas a partir de la lógica gerencial o del management que en el mundo contemporáneo permea la intervención, desde la del estado en los problemas sociales a través de sus expertos, y en la configuración de sus modalidades de organización, hasta la definición de estrategias por parte de los partidos políticos que ahora también contratan consultores organizacionales; o la elaboración de los planes de acción en las pequeñas cooperativas de productores agrícolas organizados; en las formas de acción y reflexión de organizaciones de promoción social no gubernamentales y en las mismas universidades, sean públicas o privadas, hay una visión respecto al sujeto, -individual o colectivo- que se va construyendo, así como del mundo que se propone para la humanidad, desde la propuesta de “desarrollo” que allí se impulsa. Una buena administración es la llave del paraíso.

Las modalidades de la intervención gerencial y sus fundamentos, insuficientemente puestos en discusión, proliferan y avanzan frente a un silencio indiferente, una aceptación pasiva, una fascinación ingenua ante sus promesas, o una impotencia asumida que se expresa como la inevitabilidad del rumbo que el capitalismo especulativo impone.
 Una forma preocupante pero de actualidad en las prácticas del grupo operativo, ocurre en la forma de consultorías que hacen intervención institucional mediante la instrumentalización del grupo operativo al que llaman “técnica” y al que se pretende operar como parte de una estrategia gerencial para alcanzar la excelencia. 

A través de la expansión de esas modalidades gerenciales para la acción, diseminadas entre otras vías, mediante multitud de intervenciones desarrolladas por consultores y asesores en todos los ámbitos donde aparezca la organización colectiva, se implanta un orden simbólico y un conjunto de valores que sustituyen a las consideraciones éticas. Propagan credos cuya promesa es el éxito y la realización individual, instrumentalizan las formaciones vinculares y la subjetividad misma y cuando anuncian que hacen grupo operativo, ignoran la incitación de Pichon-Rivière, y desestiman sus motivos políticos, sin los cuales, su trabajo se desfondaría.

Para colmo, esas modalidades de “aggiornamento” de la intervención mediante grupos operativos parecen ignorar los fundamentos de la embestida managerial en el trabajo con colectividades humanas, cuya acción se encuentra amparada por las formas predilectas de conformación de criterios de validez y verdad modernas, y que corresponden a la matematización de los objetos de análisis como expresión última de cientificidad.

Híbridos de la tecnología, la abstracción de los modos producción fabril  y de “La Ciencia”, desde la Economía se proponen modelos de organización, de acción, de administración de sí mismo y de los vínculos, concebidas como “ingeniería” del mundo humano. ¿De dónde salen?

En los últimos diez años, los premios Nóbel  de Economía  se han concedido a matemáticos – desde Harsanyi, Nash y Selten, hasta Schelling y Aumann – que desarrollan modelos intentando explicar y aplicar la “Teoría de juegos”, núcleo duro desde donde se elaboran todas las fantasías manageriales, para modelar o caracterizar la interacción humana, consagrando así a esa comunidad de trabajo académico, como la élite sacerdotal desde donde se producen los dogmas respecto de la sociedad contemporánea. Discurso críptico en principio, produce sus “aplicaciones” que se transfiguran en las claves del éxito a través de los monaguillos manageriales de la nueva religión.

La teoría de juegos intenta comprender a través de modelos matemáticos, el comportamiento interactivo de los sujetos, en la exclusiva circunstancia de estar los sujetos  jugando un juego cuyas  reglas conocen y a las que se atienen. Esa teoría comprende solamente lo que denominan comportamiento racional, que puede definirse como la aplicación del pensamiento lógico con coherencia, en el marco de las reglas del juego.  Si bien sus experimentos les han llevado a concluir que es impredecible el comportamiento de un sujeto, han propuesto categorías como riesgo, oportunidad, amenaza y ventaja, que han sido simplificadas en supuestas ecuaciones conocidas como ganar- ganar,  y malversadas como la posibilidad de desarrollar estrategias con fundamentos científicos, para la interacción humana, produciendo modelos de análisis y predicción, orientados a la probabilidad de éxito.

El pensamiento pragmático contemporáneo respecto a la interacción subjetiva se encuentra fuertemente dominado por estos modelos, – económicos en su origen disciplinario – y vendidos como la panacea para la sociedad mundial neoliberalizada, no obstante que se trata de un momento histórico, el que vivimos,  que carece radicalmente de la primera e indispensable condición de validez para la teoría de juegos y que es, que el comportamiento de los jugadores sea racional y se atenga a reglas claras y conocidas previamente.  Nada en el mundo contemporáneo corresponde a estas condiciones, como no sea una partida de ajedrez.

Si bien proliferan por un lado formas de intervención basadas en la solidaridad, otras en la acción de gobierno como gestión y otras como una nueva rama de servicios profesionales que se contratan a la manera de cualquier profesión liberal, en todas ellas pulsa la ficción de una acción dominada por la ciencia, poblada de técnicas que se consideran eficaces para controlar el devenir de lo social.

En la economía mercantil aplicada al control de los procesos humanos, es decir, en la vía de aplicación de la teoría de juegos para la gestión de los procesos colectivos y de los vínculos humanos en general, se encuentran implicadas dos vertientes del pensamiento científico contemporáneo: el médico-clínico y el estadístico-probabilístico. En el médico-clínico se construye la idea del síntoma visible de la enfermedad, como recurso para reconocerla y para abatirla, mientras que en la estadística y la probabilidad, se hace aparecer la noción de normalidad a partir del cálculo de la media. 

Así se considera al comportamiento como territorio de lo sintomático y a la normalidad, como el acatamiento de la norma impuesta como regulación y no como descripción de la frecuencia. Transitar de la norma como frecuencia a la norma como imposición regulativa, constituye uno de los desplazamientos conceptuales característicos de la modernidad. Nos persigue la idea de un pathos social, cuyo síntoma sería visible mediante la valoración de los indicadores adecuados, y cuya normalidad correspondería a la sujeción a una norma instituida por sí misma como valor y tautológicamente instauradora de su propia validez.

La medicina y la matemática configuran universos imaginarios capaces de conferir  validez a sus enunciados por cuanto apelan a la cientificidad, al saber consagrado por sí mismo como residencia de la verdad última de los fenómenos. En el management el comportamiento más allá de la razón, o es síntoma o es instrumento (piénsese por ejemplo en la llamada inteligencia emocional y otras supercherías por el estilo). La probabilidad de éxito depende de la supresión de lo inconmensurable. Una vez construido el modelo para el comportamiento económicamente eficaz, nada queda por reflexionarse. El deseo, la fantasía, el quebrantamiento de lo instituido y la institución de lo nuevo, es decir lo humano y la historia, son allí solamente síntomas a ser  abatidos.

Así, la tarea de la intervención grupal centrada en la potenciación de las capacidades reflexivas, en aprender a pensar, en la elucidación de nuestras prácticas y la formulación de nuestros proyectos, parecen costosas pérdidas de tiempo, prácticas sin sentido, carentes de eficiencia y calidad mercantil. Solo que son esas prácticas, en donde yace la potencia para examinar el juego de la economía mercantil, llevado a la experiencia subjetiva, colectiva e individual y por lo tanto, esas prácticas expresan la potencia de la reflexión colectiva en el desmembramiento de los elementos maquínicos, de esos dispositivos de control. 

La Psicología social no ha reflexionado mucho al respecto. En muchas de sus vertientes, ha adoptado los modelos gerenciales, traducidos por los consultores organizacionales, que a partir de 1982 siguieron los pasos de Peters y Waterman, “en búsqueda de la excelencia”, búsqueda que ha marcado la mayor parte de las decisiones en política pública, educativa, y todos los demás órdenes en los que la gestión institucional se presenta.

Desde allí todo saber reflexivo, humanístico, filosófico y social sobre los procesos subjetivos y sobre lo colectivo ha sido desdeñado en aras de una supuesta cientificidad que no muestra sino una patética ignorancia sobre la precariedad de la razón frente a la pasión, sobre la recreación constante de los marcos normativos que es inherente a los procesos sociales, sobre la fuerza normativa de lo fáctico y la irracionalidad de los órdenes de lo ritual, del deseo o de la memoria.

Si bien, la discusión de esa problemática – la aparición del management, su propagación, sus fundamentos y su proyecto – reclama un esfuerzo vasto y verdaderamente multidisciplinario, es necesario colocar en cuestión las modalidades de intervención que desde allí emanan y que producen sus consecuencias  en lo teórico como en lo  metodológico, en vez de colocarlas, codo con codo, con modalidades de intervención devenidas de una incitación política cuyo fundamento ético es la preocupación por la solidaridad y la justicia. 

Si en 2002, Daniel Kahneman recibió el Premio Nóbel de Economía por haber “integrado los avances de la investigación psicológica   en el análisis económico”, no es banal que otras formas de hacer Psicología, menos experimentales y más humanísticas, menos pragmáticas y más políticas, se pronuncien también alrededor de las problemáticas que desde allí se abordan.

Es preciso afirmar las vías para encarar la intervención en  procesos organizativos, que no se someten a la lógica dominante referida a los procesos del capital como núcleo de sentido para pensar la subjetividad.

Es necesario desarrollar intervenciones orientadas por una elucidación respecto de lo humano, que tengan la potencia suficiente para tomar como objeto de estudio a creaciones simbólicas tales como la economía mercantil misma y los valores que de ella se desprenden, en vez de subordinarse a esos paradigmas. Me parece que haciendo eco de la incitación pichoniana, debemos proponernos contribuir a las investigaciones psicológicas que abordan y problematizan la configuración de la economía mercantil como orden dominante de los procesos subjetivos contemporáneos y a la administración de los vínculos como dispositivo de alienación de lo grupal.


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